De las adicciones…

Uno de mis recuerdos infantiles más entrañables, y que podría explicar la estupidez con la que me manejo ante la vida, es el de cómo poco a poco me convertí en un adicto al danonino…. En el lunch después del sandwich con el “pau pau”, danonino. Me daba hambre, danonino. Había terminado la tarea, danonino. Después de comer, danonino. Antes de dormir, danonino. En vez de invitar a las niñas unas papas en el recreo, danonino. En clase a escondidas, danonino. Me regañaban, danonino. Estaba triste, danonino. No tenía sueño, danonino… Imagínense a Alex DeLarge y sus droogos consumiendo danonino en lugar de korova milk…  No no no, estaba cabrón.

Así fue durante varios años, hasta que un día dije -Mamá, ya no compres danonino-… De la nada había superado mi adicción, parecería algo increíble, pero no lo es…

Desde que tengo uso de razón, siempre he sido un vicioso. Cuando algo me gusta demasiado, abuso de eso (sea comida, canción, bebida, película, mujer, olor, etc..). Soy un adicto en rehabilitación de tiempo completo. Mi vida es tan miserable (ja!) que con facilidad me convierto en adicto-vicioso de cualquier cosa que me provoque cosquilleo en el escroto. La consumo-veo-escucho-huelo una y otra y otra y otra vez, hasta exprimir todo lo que se pueda obtener de eso. Me harto para después, sin titubeos, botar la adicción en cuestión a la chingada y no recordarla en mucho tiempo… Y así pasó con el danonino, lo consumí tanto que me terminó hartando.

El recuerdo del danonino no fue más que el punto de partida para darme cuenta de que casi todo me termina hartando tarde o temprano: la compañía de ciertas personas; el alcohol (éste siempre me espera paciente); la música; las películas; los pasatiempos; el trabajo; la vida (todos somos emos); entre muchas otras cosas que en su momento fueron prioridad para mí.

En el caso de las personas, a diferencia de con las cosas, cuando mando a alguien a la chingada es difícil que haya punto de retorno. Aunque con las personas, entiéndase -mujeres-, soy más tolerante (pendejo) que con las cosas (por razones aclaradas).

A la fecha he aprendido a “dosificarme” las cosas que me gustan para no tener que abandonarlas por largos periodos. He de agradecer infinitamente al pinche destino haberme hecho “harto tolerante” a los Pink Floyd, a The Doors, a “Cinema Paradiso”, a “Oldboy”, a las palabras de Jodorowsky y sobre todo… A MÍ.

Sin más por el momento, voy por un danonino.