Dolor existencial…

El otro día escuché a mi madre decirle a mi hermano que dejara de soñar, que la vida es más fea de lo que uno cree y que cuando por fin se despertara, aprendería lo que significa el dolor existencial. Mi hermano simplemente contestó que no tenía pensado despertar nunca.
Me quedé pensando mucho tiempo en lo que pasó sin entender demasiado (como siempre), pero a pesar de ello seguí haciendo mi tarea sobre el ciclo del agua —mismo que me parece no aplicable siempre: ¿por qué si el ser humano es 70% de agua, no se muere evaporado?—. En fin, terminé mi tarea y me fue a mi cuarto pensando en lo que mi madre había dicho sobre el dolor existencial… y en Elena también.
Al otro día llegué a la escuela sin poder descifrar aún lo que significaba el dolor existencial, aunque estaba emocionado porque tenía pensado regalarle a Elena uno de sus chocolates favoritos y después enseñarle a jugar con mi balero durante el recreo… Pero no se pudo porque ví a Elena tomada de la mano de Alfredo, mi archienemigo.
En el momento en el que ví a Elena con Alfredo sentí una punzada enorme en el estómago. Pensé que me había dado diarrea, pero no fue así. Desde entonces, cada que escucho el nombre de Elena, o la recuerdo, la punzada vuelve con la misma fuerza.
Supongo que no fue la mejor manera de entender el dolor existencial. Hoy me duele la Elena. O sea, no me duele la panza; me duele su existencia.

Atentamente
Totó
—–

NOTA: Carta encontrada hoy entre las cosas de Totó. Al parecer la escribió un mes después de su desaparición (en Julio de 2009). Seguiremos informando.