El cadenero celestial…

Mi concepto de la muerte es un absoluto cliché: Siempre he pensado que en cuanto uno muere, ve pasar todos los recuerdos adquiridos en vida frente a sus ojos en cuestión de segundos. Acto seguido, uno entra en una sala de cine enorme, solitaria y muy lujosa; en donde al recién muerto se le proyecta una película que resuelve todas las dudas que no pudieron obtener respuesta mientras uno estaba vivo y se entiende por fin el origen/destino de todo.

[Cuando estoy muy aburrido, tiendo a refutar mis teorías y a crear historias absurdamente estúpidas (valga la redundancia) en torno a éstas:]

El cielo y la existencia de un paraíso nunca habían cruzado por mi mente… hasta ayer. Ayer, mientras disfrutaba uno de mis tantos momentos de ocio (estaba aburridísimo), llegué a la conclusión de que la existencia de un cielo/paraíso sería algo demasiado divertido para el hipotético dios.

Y es que me gusta imaginármelo a la entrada del paraíso, checando tu nombre en la lista y batéandote como si fuera el cadenero del lugar más chingón y exclusivo del universo… de hecho, LO SERÍA.

Imagínense la escena:

¡Chuy! Vengo sólo, hazme el paro. No seas mal pedo, canijo, doné para la construcción de un templo hace mucho.
Lo siento, brother, si tu nombre no está en la lista: no puedes pasar.— al mismo tiempo que alza la ceja despectivamente y mira al siguiente sujeto en la fila.*

Escena que se repetiría infinidad de veces con distintos protagonistas: el que llega llorando, el que llega desangrándose, el que recién suicidado, el que huele a hospital, la que huele a sexo, el baleado y —mi favorito— el que llega enojado.

¿Se imaginan morir emputadísimos y tener que llegar a hacer fila para que al final —muy probablemente— sean informados que su nombre no está en la lista? No, gracias.

Por lo anterior y muchas cosas más, a pesar de que me divertí demasiado recreando diálogos, decidí quedarme con mi teoría clichéosa de la sala de cine enorme.

Y ustedes, queridos lectores, ¿cómo se imaginan que funciona la muerte?

*El sujeto al que se le ha prohibido el acceso al paraíso, reencarna en algún animal horrendo.

P.D.: Hoy no hay posdata. Los quiero… contestando mi pregunta.