Irrelevancia

Nunca he sido bueno armando listas de relevancia. Al momento de crear un top ten, siempre estaré seguro de los tres primeros lugares y, después de pensar un chingo, terminaré enlistando mucho más de diez cosas. Después purgaré la lista y seguirán quedando más de diez. La purgación no haría falta de no ser porque —como ejemplo absurdo— tiendo recordar primero la canción de coro pegajoso en lugar de aquella que me hizo vibrar el escroto. Parece lógico, pero no debería.
Pasa lo mismo cuando tengo que mencionar una sola cosa. Si me preguntan por mi libro, película, etcétera favoritos, no sé qué contestar; contesto más de una opción o tiempo
después reacciono diciendo “ahquépendejo, si me gusta más esto otro…”. Y
seguro la persona que me lo pregunte pensará que soy simple y que ay,
pobre de mí
. Qué sé yo.
Lo anterior solía preocuparme. Mi falta de talento para enlistar cosas de interés y mi nulo sentido de relevancia me hacían sentir simple. Envidiaba en silencio a todas esas personas capaces de mencionar eso que les gusta en el orden correcto. En fin, estaba yo en conflicto. Sentía que me faltaba ese chip medidor con el que muchos parecen sentirse a gusto, hasta que noté que no es tan grave como parece; que no pasa nada; que todo está bien. Ya, ya, cálmate.
Y es que finalmente comprendí que ese acto de ordenar cosas por su relevancia resulta ambiguo. Al menos para mí, que hay días en los que disfruto lo mismo escuchando una canción que sacándome la pelusa del ombligo. ¿Cómo se maneja ahí la relevancia? ¿Por valor histórico? ¿Por complejidad? Sí, ya sé que son cosas totalmente diferentes, pero qué. No sé, me ha pasado que lo que hoy me gusta mañana ya no. Soy desconfiado, he ahí el problema. No son las listas, soy yo. Y me vale verga. Por eso he decidido dejar de preocuparme por los lugares que le asigno a cada cosa y desconfío vulgarmente de cualquier top ten. Además, lo verdaderamente relevante pocas veces necesita ser mencionado.
Explico esto porque hoy venía con toda la intención de contarles lo mejor de mi año, pero me vi fracasando en el intento. Y también supongo que les vale verga.
Larga vida a las epifanías del 2010, eso sí.