Tres meses…

Durante mucho tiempo me la he pasado leyendo los libros que me recomiendan, viendo las películas catalogadas como esenciales y estudiando los temas de interés para las personas que me rodean. He tratado de ser buen hijo, buen hermano, buen amigo y genial “alguien” (novio, odio la palabra).

Desde que tengo uso de razón he tratado de pertenecer, y eso lo hago tratando de satisfacer a los demás. Los momentos y las situaciones son muchas, pero se resumen en el siguiente ejemplo:

Si un libro o película que me han recomendado no ha sido de mi agrado, suelo contestar con agradecimiento lo brillante que me resultó. Todo esto con tal de que la persona que me hizo la recomendación no se sienta ofendida y siga creyendo que tiene buen gusto (aunque en el fondo enumero todos y cada uno de los defectos que tiene la obra en cuestión). Después de todo, ni gano ni pierdo nada.

En el ámbito amoroso, soy capaz de cambiar por más difícil que resulte: si me encuentro con una vegetariana, dejo de comer carne; si me encuentro con una cristiana, me aprendo la biblia; si me encuentro con una bibliómana, saco mis libros viejos; si me encuentro con una deportista, dejo de fumar y de emborracharme; si me encuentro con una popera… ahí sí me alejo sin decir nada; etcétera. En pocas palabras, miento y siempre actúo de acuerdo a mis mentiras y cumpliendo mis (falsas) promesas.

Con la familia y amigos pasa algo similar, pero no es tan grave… supongo. Si me piden un favor, hago todo lo posible por ayudar; si hay algún tipo de pleito, siempre soy el intermediario; y muchas cosas más que, según yo, son normales al tratarse de la familia.

Mis ganas de pertenecer me han costado demasiado: ahorrarme corajes, evitar peleas, comer cosas que no me gustan, disfrazar mi verdadera opinión, negar mis gustos, soportar situaciones bastante incómodas y tragarme mis palabras una y otra vez. A pesar de todo, finalmente me atrevo decir que mi sacrificio ha funcionado y que por fin pertenezco; la gente me quiere, me trata bien y se preocupa por mí.

Sin embargo, aún después de haber logrado lo que tanto he buscado, no me siento satisfecho y mucho menos feliz. Siendo lo más honesto posible, estoy harto y asqueado…

Es por eso que hoy comenzaré a hacer lo que realmente disfruto: me pondré a ver una y otra vez las películas carentes de trama, pero que tanto me entretienen; leeré libros de fácil reflexión y confesaré lo mucho que me gustan; escupiré toda la comida que no sea de mi agrado; saldré a buscar pleito en algun bar; dejaré de prometer amor y comenzaré a follar sin compromiso; etcétera. Dejaré de darle la razón al mundo e impondré mi punto de vista a como dé lugar: se hará lo que yo diga y como yo lo diga.

Resumiendo, hoy todo el mundo puede chuparme un güevo… Total, mi tumor cerebral y los tres meses que me quedan de vida me prohiben perder el tiempo en pendejadas. ¡Salud!

P.D.: No, no se trata de mí. Los quiero… sin chupar nada.