Rosa Venus
NOTA: Este post forma parte de la serie: “Cosas absurdas que me producen alegría en momentos de ocio…”
Hoy quiero pedir un enorme aplauso para reconocer a un héroe que ha sido ignorado desde hace mucho tiempo: el jabón chiquito.
Dudo mucho que exista un aroma que evoque más recuerdos y sentimientos que el del ‘rosa venus’ y sus semejantes. Nomás hay que analizar un poco para notar que la hipocresía, el éxito, el cinismo, el descaro, el placer, el interés, el amor y la gloria —además de muchos otros sentimientos, sensaciones o recuerdos más— tienen algo en común: el olor a jabón chiquito.
El entrar a un hotel/motel acompañado de alguien me parece uno de los rituales más chingones que tiene el ser humano… Sí, fuimos castigados con el pudor, la vergüenza y el poco valor como para no atrevernos coger en las calles como lo hacen los perros (aunque hay sus excepciones —de personas, no de perros—, pero a cambio de eso podemos disfrutar del entrar a un lugar perfectamente adaptado para que las piernas abiertas y los miembros correspondientes convivan en sana armonía.
Llegar, actuar, terminar y largarse (previa ducha con jabón chiquito) sin tener que preocuparse por tender la cama o poner en orden lo desordenado es algo digno de apreciarse.
Es por eso que hoy, querido lector, le propongo un experimento para cuando sienta que la vida no le está saliendo bien:
Échese un bañito con ‘rosa venus’ y notará usted la estúpida e inesperada sonrisa que se dibujará en su rostro.
P.D.: Sí, llevarse los jabones y otros productos de los hoteles es ser finíiiissssimo. Los quiero… oliendo a jabón chiquito.