El nacimiento de los clichés
Tarde o temprano, todos, sin excepción de ningún tipo, descubrimos la soledad. Sabemos perfecto de qué va aunque sea la primera vez que la conocemos. Nos familiarizamos con su sentir, su sabor y con la forma que tiene. Y una vez reconocido el sentimiento, descubrimos que siempre estaremos solos.
De esa misma soledad es de donde nacen todos los clichés. El atormentado, la que se siente loca, el incomprendido, la malquerida, el que siente que el mundo no lo merece, el bipolar, el borracho, el vagabundo, el jipi, los depresivos, etcétera. De ahí mismo nace también la risa cuando uno se atreve a mirarse desde afuera.
No digo esto desde un punto de vista emo ni fatalista (creo), lo digo desde un punto realista. Uno puede tener muchos amigos, una pareja y una familia, pero al final son pocos quienes realmente pondrían tu vida antes que la suya. Y entonces uno entiende y agradece lo bonito que es el egoísmo; de lo contrario, uno tampoco tendría tiempo para disfrutar la vida propia por culpa de querer demasiado a los demás.
Sin embargo, es lo que hacemos con este sentir lo que nos hace diferentes. Porque hay dos opciones: asimilarlo y seguir adelante, o negarlo y rodearnos de gente inservible todo el tiempo. Por desgracia, la segunda opción sigue siendo la más popular y nadie parece cambiar su decisión pronto.
Ojalá pronto la gente deje de temerle tanto a la soledad y aprenda a reírse y a disfrutar sin compañía. Y sobre todo, que aprenda a salir a flote sin necesidad de nadie más.
Porque, como dijo Un Sabio:
“No tengo a nadie. Nomás yo, mis ganas y mis güevos.”
Benditoseadios que todos tenemos dos vidas: la que compartimos y la que no le contamos a nadie. Benditoseadios que a veces me gana el exhibicionismo. Benditoseadios que hasta aquí le voy a dejar. Por hoy.
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La canción “todos semos emos” ad hoc