Dolor verdadero…
Mariana sufre porque su novio le acaba de confesar que está enamorado de otra, tiene roto el corazón. Por esta misma razón, lleva encerrada en su cuarto todo el día.
Eduardo (hermano de Mariana), toca la puerta del cuarto de su hermana:
—¿Quién?— dice Mariana.
—Yo— contesta Eduardo.
—¿Qué quieres?
Eduardo abre la puerta, entra y se sienta en la cama:
—Me mandó mamá para avisarte que ya casi está lista la cena.
—Dile que no tengo hambre.
—¿Qué te pasa?— Eduardo ha notado la tristeza de su hermana.
—Estás muy chico todavía, no entenderías lo que me pasa…
—Claro que entendería, ya tengo 5 años…
—Ya te dije, no entenderías. No tienes ni idea de lo que significa el dolor…
—¡A que sí sé! Me he caído muchas veces y apuesto a que ni aguantas nada.
—¿Ah, sí? ¿Alguna vez has sentido que el alma se te sale del cuerpo? ¿Que quieres llorar pero que no debes? ¿Que por más que te sobes el dolor no se va? En resumen: ¿Alguna vez has sentido que la vida se te escapa en un instante?
—Mmmmm….
Eduardo ha salido del cuarto de su hermana sin decir nada, ha decidido seguir jugando con su bici y está dispuesto a conseguir mínimo uno de los tantos trucos de BMX que ha visto en la tele. Recuerda que para practicar sus trucos necesita una rampa, así que sin importarle en absoluto las leyes de la física, ha logrado improvisar una rampa con unos cuantos ladrillos y la caja de la televisión que acaban de comprar su padres hace 3 días…
“Rrrrrrrrrrrun rrrrrrrrrrrrrrrrun!”: Eduardo se encarrera a máxima velocidad en dirección hacia la rampa y justo cuando va a la mitad de ésta —Crrraaaaaaaaash!—, la rampa no ha soportado su peso. El cartón se ha doblado y la bicicleta se ha frenado casi de golpe al momento en que se encuentra la llanta delantera con los ladrillos, Eduardo no pudo hacer gran cosa… se ha caído y se ha puesto tremendo pinchechingadazotenomames en la entrepierna…
Han pasado ya cinco minutos y Eduardo sigue en el piso, sobándose los buebos… el dolor no se va…. Diez minutos y con mucho esfuerzo ha logrado apenas ponerse de pie. Entra a la casa de forma disimulada, caminando lentamente con su dolor a cuestas y en secreto. La mesa está servida y la familia —sin Mariana— dispuesta a cenar:
—Mi niño, justo estaba por gritarte para que ya te metieras a cenar. Anda a lavarte las manos— dice la mamá con toda la ternura del mundo.
—No tengo hambre, voy a mi cuarto…
Eduardo por fin ha entendido el significado del dolor.
Ahora entiendo por qué muchas mujeres no entienden nunca lo que es el dolor. Si Eduardo hubiera sido niña, ¿cómo lo habría entendido? ¿ah, verdá’? Igual y sí entendería, pero definitivamente no tan pronto.
P.D.: Los quiero… dando saltos en bici.