Apocalipsis
I.
Parece estar de moda eso de rogar a todos los dioses posibles la llegada urgente del Apocalipsis. Y lo detesto. Creo que no existe gente más triste y patética que quienes viven predicando a diestra y siniestra sus ganas de que llegue el fin del mundo, ¿cuál es el punto? Digo, sé que todos tienen sus muy tristes, estúpidas y absurdas razones, pero… ¿y luego? No entiendo qué calma puede haber en aceptarte inútil y querer que el mundo se acabe para remediarlo, me parece muy idiota eso de pregonar la envidia y el egoísmo culero con pose de niño berrinchudo: “Si yo no estoy a gusto, que nadie más lo esté; mejor que se acabe el mundo”… Irónico es que ni acabándose el mundo conocerían la satisfacción.
Lo más gracioso de los fans del Findelmundo es lo chillones e incongruentes que son. Basta un pequeño temblor, una tormenta con truenos y granizo o cualquierotracatástofe para decir que siempre no, que si el Findelmundo implica tener que morirse o sufrir dolor, pues que mejor otro día. Es entonces cuando se dirigen de nuevo a todos los dioses posibles para pedirles que ignoren sus peticiones anteriores alegando que todavía tienen cosas por hacer, que era un chistorete, que perdón por existir. Y bueno, “con razón Dios ya ni nos pela”.
Podría ser que todos —o casi todos— hayamos deseado alguna vez, de broma o no, el fin del mundo; pero qué güeva desearlo tres veces al día. En mi caso, lo he deseado de broma y en serio, a veces por tristeza y a veces por comedia, aunque al final me doy cuenta de las pendejadas que estoy diciendo y me mando a dormir sin cenar a la casa del perro que no tengo. Lástima que en esa casa no haya espacio para los fans del Findelmundo. Tan fácil que sería demolerla con todos ahí dentro.
Y es que insisto, ¿de verdad son tan miserables que necesitan contemplar un espectáculo así de intenso para sentirse vivos o qué? Si es por eso, ¿por qué no se suicidan rodeados de espejos mientras en la televisión ponen alguna película catastrófica de las tantas que ya hay? El efecto sería el mismo y pondrían fin a sus emociones no vividas: verían destrucción, dolor y muerte siendo incapaces de ver cómo acaba la cosa. O algo así.
II.
Escribo esto (además de porque puedo) porque hace unos días recordé aquella vez que se me ocurrió, pendejamente, leer el Apocalipsis a los 9-10 años. El recuerdo va más o menos así:
Mi madre católica decidió inscribirme al catecismo con la intención de prepararme para mi primera comunión y yo, un güevón muy obediente en aquellos tiempos, iba puntual a mis clases todos los viernes de 6 a 8 PM en un salón demasiado tétrico que estaba en el sótano de la iglesia de la colonia. Recuerdo que iba más por intriga que por responsabilidad (por eso asistí a clases durante poco más de un año, un tiempo mayor a los 3 o 4 meses que necesitaba de preparación). La mujer encargada de predicar la palabra de Nuestro Señor™ era una anciana muy intensa y estricta: contaba todo con emoción y entusiasmo, pero se encabronaba si de repente alguien no entendía y le preguntaba por qué había tres dioses o cómo es que la virgen estaba embarazada de una paloma, etcétera. En una de esas clases, a la viejecita le tocó hablarnos del Apocalipsis y del fin de los tiempos explicando cómo uno sólo se salvaría si tenía el alma limpia y confesado y católico y rezándole a Dios y susmamadas; sin embargo, a pesar de que mencionó tragedia y destrucción, no contó con mucho detalle cómo sería el Findelmundo —y se entiende, nadie quiere espantar a una bola de chamacos idiotas con ganas de ser aceptados en el cielo—. Fue redundante hasta que dio por terminada la clase. Al final, salí del salón-tétrico lleno de miedo y pensando en cómo y cuándo llegaría esa catástrofe. La duda me duró un par de días hasta que aprendí a ignorarla.
Tiempo después hice mi Primeracomunión y, como dicta la costumbre, me regalaron una Biblia que arrumbé durante semanas hasta que decidí (recordando mi duda miedosa) abrirla para ponerle forma y consistencia al Apocalipsis que tanto me intrigaba… Mala. Idea. Aunque no entendí gran parte de lo dicho, sí pude imaginar perfecto las partes donde se hablaba de terremotos, animales monstruosos, fuego por todas partes, sangre, hombres gigantes y etcétera. Duré con pesadillas lo que yo calculo fueron… un chingo de días.
A lo largo de esos días de sueños grotescos, recuerdo que mi madre intentaba calmarme diciendo que no me preocupara, que si eso era cierto, probablemente nunca me tocaría vivirlo. Sabia mujer, usaba el cinismo para convencerme de no pensar pendejadas. O algo así, supongo que al final me calmé porque se me olvidó.
El tiempo hizo lo suyo y, hoy por hoy, mi percepción del Findemundo ya no es catastrófica. Me limito a pensar que será algo así como un apagón donde todo se desconectará al mismo tiempo y ya. Sin dramas, sin llantos y sin infinitas cantidades de sufrimiento, todo muerto de la peor manera: lleno de aburrimiento.
Pero quién sabe, acepto que de vez en cuando me divierto pensando que Dios es un sádico y prefiero creerme lo que dicta la Biblia sobre el Apocalipsis. Y después me mando a dormir sin cenar a la casa del perro que no tengo.
Sea como sea, aunque los efectos especiales seguro serán una chingonada, no es algo que me gustaría vivir. No soy leyenda.
O habrá que ver.
III.
Queridos fans del Findelmundo:
Si ya no le encuentran sentido al mundo ni a la vida, mejor mátense a la verga.
¿Y yo? Sin duda mi percepción del Findelmundo ha cambiado, pero mi miedo sigue siendo el mismo: ¿Y luego, qué?