El perro de Pavlov…
Desde que tengo uso de razón, varias de las cosas que hago son por inercia. Inercia que yo le achaco al conductismo al que fui sometido desde que me enseñaron a punta periodicazos en el hocico que los meados van en el retrete y no en la cama; o cuando, ya dominada mi técnica de estímulo-respuesta, descubrí que si vomitaba antes de ir a la escuela me ganaba un permiso para faltar a clases…
(Mi técnica guacareadora la aplicaba unas cinco veces al mes con excelentes resultados, me quedaba jugando con mi Super Nintendo todo el día, tragaba como puerco y hacía lo que más me gusta: echar la güeva. Pero no todo podría salirme bien siempre, mi técnica dejó de funcionar en tercero de primaria cuando mi madre descubrió el dramamine y dejó de creer que realmente me sentía mal, mandándome todo jodido a la escuela.)
Muy aparte de mi técnica guacareadora. Descubrir cómo funciona el condicionamiento es una de las mejores cosas que me han pasado, ya que a través de eso pude manipular a más de una persona y lo puedo seguir haciendo. Pero ésa, es otra historia.
Considero que gran parte de lo que he aprendido, lo he aprendido a punta de duros topes contra la realidad. Por lo que si hoy no me gusta dejar las cosas sin resolver, es porque entendí que es mejor tener la cola limpia que andar con comezón todo el día.
Siguiendo mi costumbre de usar este blog con meros fines terapéuticos, escribo esto porque me he dado cuenta que soy una víctima letal del conductismo. Así que, sin importarme si mi interpretación pavloviana es errónea, he aquí una breve lista de condicionamientos de los que, según yo, varios hemos sido víctimas y que funcionan como perfectos pretextos a la hora que alguien nos reclama nuestra actitud:
- No es que sea un borracho, entendí que después de unas cuantas cervezas la vida comienza a verse más bonita. Y que perdiendo la cuenta logras lo que los monjes del tíbet predican: desprenderte de tí.
- No es que sea un perro en carnicería, entendí que enamorándome de muchas no sufriría por la pérdida de una.
- No es que no me guste pedir ayuda, simplemente aprendí que: “No hay mejor persona para limpiarte el culo después una gran cagada que tú mismo”. Los ayudantes luego sirven nomás pa’ embarrar más tu gran caca.
- No es que no entienda de razones, entendí que los pendejos nunca tienen razón.
- No es que sea dramático, entendí que no hay mejor manera de chingar al prójimo.
- No es que odie las caricias, es sólo que siempre que una mano se me acercaba era para soltarme un buen madrazo.
- No es que no me gusten los abrazos, me cansé de sentirme apretado por el aire.
- No es que no sepa acariciar con las palabras, entendí que la lengua funciona mejor para otras cosas.
- No es que no me tome la vida en serio, entendí que es mejor tomar cerveza.
- No es el no saber lo que quiero, es el querer que no lo sepas.
- Si soy un soñador es porque las veces que he vivido la realidad nomás no encuentro mi nombre en ningún lado.
- No soy un degenerado, un buen trasero es como una campana… cada que se menea, me hace salivar.
- Si mando a la chingada todo sin pensar, es porque aprendí que lo que realmente vale la pena conservar no se tiene ni que pensar (bomba!).
- No soy agresivo, comprendí que es mejor golpear y después preguntar. Sólo así sale la verdad.
- No es que no brille en sociedad, es que tú no sabes lo que significa ser finísimo.
Sé que he ignorado varios puntos, pero espero no ser el único que se siente como perro pavloviano y que me puedan decir qué se me pudo haber olvidado mencionar. Sé que el post tal vez no tiene ni pies ni cabeza, por lo que ahí les va una de mis efímeras conclusiones:
Si no hay cerebro, hay putazos. Y si hay putazos, hay verdades. Ergo, la verdad llega de putazo.
P.D.: Me alquilo para experimentos relevantes.