I don’t care what happened, Miss Simone
Todos tenemos una cueva que visitamos cada vez que necesitamos tiempo a solas para descifrar cualquier cosa que nos afecta de alguna manera. En mi caso, ese refugio es Nina Simone.
Siempre que la escucho me lleno de una nostalgia mezclada con euforia, donde entiendo lo horrible del mundo pero igual termino con muchas ganas de disfrutarlo. Tiene que ver — supongo — con la intensidad en sus letras, la fuerza con que tocaba el piano y el sentimiento con que decía las cosas: siempre anteponiendo las entrañas a la técnica (que era muchísima).
Por eso, cuando me enteré que existía What happened, Miss Simone?, me emocionó la idea de poder saber más acerca de ella.
Y esperé a su estreno y después me olvidé que existía el documental y hace unos días por fin pude verlo. Y no me gustó (lo digo como fan, pero sobre todo como creyente de las buenas historias).
No me gustó porque cuenta cosas increíbles sobre Nina, pero termina centrándose más en sus defectos que en sus virtudes. Por ejemplo, le da la misma prioridad a su deseo de convertirse en pianista de música clásica que al rencor que aún le tiene su hija porque la golpeaba. Sin mencionar que parecen revista de chismes cuando hablan de la tormentosa relación que tuvo con su marido o de su temperamento tan volátil.
Pero no importa, la reimaginan para pintarla como el peor de los monstruos porque es necesario que lo sepas antes de darte su diagnóstico: Nina Simone padecía — supuestamente — trastorno bipolar. A la mierda su talento, Nina estaba enferma y había que tenerle consideración por eso.
Es entonces que el documental pasa de ser un retrato fiel a convertirse en un reclamo lleno de morbo:
No me importa lo difícil de su vida, ni cualquier otra razón que tuviera para no ser feliz. ¿Qué le costaba controlar a su cerebro, Doña Nina? Era usted un genio, pero qué lástima que se volvió loquita.
Una vez hecho el reclamo, se retoma el cliché eterno sobre la locura y la creatividad, donde los grandes genios pasan de ser admirados a también ser temidos u objeto de lástima. Y eso me da mucho coraje, porque lo impredecible de la locura no debería restarle mérito a las grandes obras.
Dicho lo anterior, confieso que ya no me importa saber qué le pasó a Nina Simone. Su música siempre será mucho más grande que su personalidad.