Carta a uno mismo

Que chingue a su madre el silencio
y las ganas de pretender que todo está bien
cuando no es así.

Que chingue a su madre el pasado
y la incapacidad de perdonar.

Que se jodan todos y cada uno de los momentos
en los que has sonreído sin sentirlo de verdad.

O sea, que chingue a su madre el fingir que no duele.

Que los pocos registros malos en tu memoria
dejen de pesar más que los muchos buenos.

Que el miedo al pasado no te haga recordar
historias que nunca sucedieron.

Que chingue a su madre el odio a las mentiras,
pero que chinguen más a su madre los espejismos
donde nada fue como creías.

Que chingue a su madre la desconfianza
y el impulso de estarse comparando con quién sabe qué.

Que chinguen a su madre los ideales imposibles,
pero que nunca mueran las altas expectativas.

Que sobrevivan las risas
y las ganas de seguir caminando.

Que el presente se trate de avanzar mirando al frente
y no volteando hacia atrás para ver si los errores te persiguen.

Que todo lo que alguna vez te hizo llorar
algún día te haga reír.

Pero sobre todo, que aceptes sin resignación
que la vida nunca será lo que esperas de ella.