Cavernicolismo
Esta semana he mirado varias veces el vídeo de Katy Perry en el Victoria’s Secret
Fashion Show. Dios, vaya coctel de papayas. (“Unga-bunga”). Me intriga la manera en que tanta belleza —entiéndase: mujeres que están lejos de ser comunes; envidiadas y deseadas en grandes cantidades— llega a pasar desapercibida al formar parte de un ambiente en donde ser perfecta es normal, y hasta obligatorio. Se redefinen los adjetivos calificativos: lo que comúnmente parece asombroso, en casos así se convierte en un “Ah, sí merece estar aquí”. Y así, con tristeza, la exageración va desapareciendo. Supongo.
Fashion Show. Dios, vaya coctel de papayas. (“Unga-bunga”). Me intriga la manera en que tanta belleza —entiéndase: mujeres que están lejos de ser comunes; envidiadas y deseadas en grandes cantidades— llega a pasar desapercibida al formar parte de un ambiente en donde ser perfecta es normal, y hasta obligatorio. Se redefinen los adjetivos calificativos: lo que comúnmente parece asombroso, en casos así se convierte en un “Ah, sí merece estar aquí”. Y así, con tristeza, la exageración va desapareciendo. Supongo.
Escribo esto mientras miro la fotografía de lo que considero una hermosa mujer en vestido rosa. Pienso en todo lo que ella y la fotógrafa podrían estar pensando, o al menos eso intento. No se me ocurre nada relevante; de hecho, me gustaría saber si existe alguna foto de esa sesión en donde se le vean los calzones. También me pregunto qué pasará cuando las modelos envejezcan y miren las fotos que tan humildemente captaron sus mejores rasgos: el aumento en la elasticidad de la piel no creo que pueda ser ignorado. Recuerdo a Brigitte Bardot y pasó de una erección a reírme del humor tan ácido que tiene Dios al hacer que se manifeste el tiempo. Culero.
“Tienes un issue con el pasado”, me dijeron esta mañana y se me zangoloteó el cerebro. Genio.
Desconozco si se entiende lo que quise decir, pero algo se entenderá. Clávense en la textura mientras Darwin se revuelca en su tumba.