Futurismo Retrospectivo

I.

(Leer de abajo-arriba.)

A pesar de que las creencias futuristas no son lo mío, hoy me pregunté qué pasará cuando los super-robots se vuelvan realidad. Si son capaces de pensar, en algún punto comenzarán a realizarse preguntas, supongo. Y recibirán respuestas absurdas con tal de que dejen de cuestionarse la existencia y no terminemos sufriendo algún tipo de rebelión por su parte. Y entonces la curiosidad los hará explorar (a escondidas). Y el explorar los hará descubrir (y si no descubren, se lo van a inventar). Y con el descubrimiento se les va a ocurrir sentir. Y con el sentir conocerán el placer. Y una vez que conozcan el placer nos terminarán mandando al carajo para lidiar con sus propios asuntos. ¿Cuáles?, no sé. Me imagino que las robotas se quejarán de que ya nadie les da servicio y los robotos conocerán la adicción al anticongelante (o cualquiera que sea la sustancia especial del momento). Y entonces, después de mucho, al igual que los humanos, comenzarán a soñar con algo mejor, se inventarán un dios y conocerán los estereotipos y desearán trascender y etcéteras. Pero lo más seguro es que quién sabe.

II.
Nunca he sido bueno imaginándome el futuro ni la capacidad tecnológica que la humanidad alcanzará con el paso de los años. Si me preguntan por el futuro, vienen a mi mente imágenes de películas tipo Blade Runner, Star Wars, 2001, Terminator y demás clichés. (Aclaro, que sus escenas sean lo primero que invade mi cabeza no significa que esté completamente de acuerdo con ellas). Aún así, no me detengo mucho a pensar si algún día los robots serán capaces de imitar al humano en gran cantidad de funciones (tanto en cuerpo como en pensamiento) o si existirán coches voladores y viajes interestelares; sin embargo, dentro de mi poca concepción futurista, me imagino el mundo del mañana un poco más como se pinta en Children Of Men: sin un robot para cada cosa ni coches voladores, caótico y con una sociedad al borde de la extinción.
Pasa que creo que tanta tecnología nos está volviendo zombies y que internet llegó para conectarnos desconectándonos. Y no lo digo con tintes de abuelo sino de manera jipicursi. Ya a nadie le resulta raro ignorar su entorno por estar pegado a una pantalla; la tecnología dejó de ser un asunto de ñoños y hoy asumimos que alguien consultando una pantalla seguramente está viendo algo divertido/interesante.

“Estamos atrapados en un tramo de la historia humana en que la sobrevaloración del instante nos tiene pegados a nuestras pantallas o pantallitas en espera de novedades por segundo. Refresh, refresh, refresh…”, dice el NEB (aquí). Me parece que tiene razón, ya nos acostumbramos a percibir todo mediante nuestras pantallas. Conocer cosas así es más fácil, tal vez, pero no creo que más cómodo (ayer en la noche, por ejemplo, me enviaron una foto de la isla que le regalaron a Björk y sentí muchas ganas de levantarme para ir a robársela —aunque quizá sin internet no me habría enterado de su existencia—). Y tampoco diré que no hago lo que critico, más de una vez me he visto atrapado en reuniones donde la actividad predominante es ver vídeos en YouTube y donde resulta normal conversar intercambiando tuits con personas sentadas a tu alrededor. Es divertido, sí, pero no debería ser normal. Tampoco estoy diciendo que vivir conectados sea malo, sólo digo que nos estamos volviendo seres alienados socialmente aceptados (“Hola, tengo twitter, blog y facebook; me entretengo mucho en internet… y me acabo de morder la lengua“). O no sé. Pero sí.

Con todo y mis pensamientos jipis —y que parezco temerle a la tecnología—, no puedo evitar emocionarme cuando leo que ya inventaron un robot capaz de talocualcosaimpresionante. O que ya están desarrollando un simulador del cerebro humano. O que tarde o temprano llegarán los implantes de memoria. Y ni hablar de la singularidad tecnológica. Supongo que es nuestro deber (“como humanos”) ser más complejos cada vez, la evolución lo ordena. Dicho sin tono triste, me parece que el pensar es avanzar y estar inconformes todo el tiempo. (Oh, abuelo).
No sé, quizá mi inhabilidad para visualizar el futuro tenga que ver con que nunca he sido bueno teniendo expectativas. Ni de la gente ni de nadie, ni siquiera de mí. Sé lo que quiero, sí, pero no tengo idea de cómo será mi entorno cuando lo obtenga. Sé que me gustaría llegar a viejo, por ejemplo, pero no me imagino bajo qué condiciones (viviendo en el campo; trabajando; siendo como Hugh Hefner… sepalachingada). Por esta misma razón soy tan insoportable cuando alguien me dice que tiene una sorpresa para mí: me pongo a pensar mucho en lo que podría ser y al final resulta algo totalmente opuesto a lo que mi mente concibió. Por eso también la desilusión me resulta más grave que cualquier otro sentimiento.

“¿Cómo te imaginas que vas a morir?”, me han preguntado más de una vez. “Feliz”, contesto. Quizá esta sea la única expectativa que tengo a futuro: una muerte feliz. Y es que las expectativas no me gustan. Mejor dicho, me dan miedo. Creo que esperar algo es una manera de alentar el tiempo y disminuir el disfrute. ¿Y para qué? Mejor que pase lo que tenga que pasar, chinguesumadre. (Esto último apenas lo estoy aprendiendo bien).
III.
Toda tecnología terminará desapareciendo para dar paso siempre a algo más avanzado. Pero no sé, si de predicciones se trata, mi cavernícola interno me hace pensar que algún día llegaremos a un punto de no innovación y toda la tecnología desaparecerá para entonces volver a descubrir el fuego.
Vamos atesorando encendededores, les digo. El futuro va de reversa.

“I’ve seen things you people wouldn’t believe. Attack ships on fire off
the shoulder of Orion.

I watched C-beams glitter in the dark near the
Tannhauser gate.

All those moments will be lost in time… like tears in
rain… Time to die.”

Roy Batty.