Las canciones que dedicamos
Poco se habla de las canciones que dedicamos y que terminan convertidas en el soundtrack de gran parte de nuestros recuerdos. (Si ya se habló mucho, no me enteré.)
Y es que dedicar una canción no es tan sencillo como parece. Uno debe saber en qué momento de la relación está y qué tanto quiere decir al respecto.
Por eso empezamos con las canciones que nos gustan desde siempre y que solo queremos compartir por compartir (sin decir nada en realidad), después con las que “nos recuerdan” a esa persona y, por último, las que ya hablan frontalmente de algún sentimiento (que también se dividen según el nivel de afecto que busquemos expresar).
Dicho de otro modo, una canción dedicada es la representación musical de lo que quisiéramos haber dicho pero no supimos cómo. Entonces adaptamos nuestro sentir a las palabras de alguien más y lo entregamos como un regalo recién envuelto.
Así es como nos volvemos adictos a esa música. A la que dedicamos y la que nos dedican. La escuchamos una y otra vez con una sonrisa en la cara y nos la memorizamos mientras nos imaginamos junto a La Persona. Un fenómeno tan interesante que incluso cuando la canción es de un género o artista que no nos gusta, la agradecemos y nos acomodamos en ella con tal de sentirnos en sintonía con quien nos la regaló.
De esta manera, sin darnos cuenta y poco a poco, vamos construyendo un soundtrack que define distintas etapas de nuestra relación. Desde las más alegres y bailables, hasta las de perdón, dolor y reencuentro.
Un soundtrack que, cuando todo termine, desearemos arrumbar en algún cajón oculto de nuestras playlists. Pero cuyas canciones escucharemos de vez en cuando y detonarán flashbacks que preferiríamos no tener.
Por esta razón, hay quienes dicen que uno no debería dedicar nunca sus canciones favoritas: las atamos de por vida a esa persona y, si las cosas no terminan bien, habremos arruinado para siempre una canción muy especial.
En mi opinión, exageran. Dedicar una canción favorita es de los mejores regalos que uno puede hacer. No solo habla de lo mucho que te importa la otra persona, sino de lo mucho que estás dispuesto a ceder de ti.
Además, las canciones favoritas son tan poderosas que, tarde o temprano, terminan sacudiéndose el recuerdo de X o Y persona para que puedas disfrutarlas como nunca antes. De hecho, algunas, al igual que la gente, simplemente dejan de ser especiales y uno sigue con lo suyo.
O lo que es lo mismo: no importa cuántas canciones dediquemos, la música siempre encontrará formas nuevas de transmitir lo que sea que sentimos en cierto momento.
Y no existe una sola persona en el mundo que pueda arruinarte eso.