Lo es (y lo sabes)…
Un día cualquiera despiertas sintiendo un miedo irracional. Miedo que te produce un vacío enorme en el pecho, una comezón en aquella parte oculta de tu conciencia y un ardor en el orgullo. No sabes —ni quieres saber— el porqué, pero conoces el origen.
Intentas llevar a cabo tus actividades como si nada pasara. Tratas de disfrutar del paso de tus días ignorando los malestares que te causa el miedo. Platicas y discutes sobre todo, menos sobre tu miedo; no hablas de él ni contigo mismo. Disfrazas el miedo con una sonrisa e intentas añadir luz a tus ojos con el brillo de la luna o con cualquier foco cercano. Cuando alguien se da cuenta de que estás raro, respondes diciendo que no es nada, pero en el fondo sabes que sí es algo… que es mucho —aunque ignores lo que es—.
Han pasado ya varios meses desde que tu miedo surgió por primera vez y sigues negando su existencia. Te has cansado de fingir que no pasa nada y de pretender que todo está bien. Buscas respuestas en lugares donde nunca habías buscado. El vacío en el pecho, la comezón en la conciencia y el ardor en el orgullo son cada vez más intensos; te es casi imposible seguirlos ignorando, estás desesperado.
Ayer pasó lo que más temías: Aquella voz tan característica de tu subconsciente ha hablado, se ha decidido a gritarte todo aquello que tanto tiempo te has negado a escuchar y que no quieres aceptar. Intentas callarla inútilmente, sabes que no lo conseguirás. La odias… te odias.
Hoy te es imposible seguir ignorando lo que te pasa y decides aceptarlo. Recuerdas con claridad la primera vez que viste aquella imagen y lo mucho que te sentiste identificado —justo como ahora—… Es por eso que hoy te lo repites una y otra vez para nunca más olvidarlo:
“Tu vida es una puta mierda (y lo sabes)…”
Pero, desafortunadamente, el saber que tu vida es una mierda no es lo que te produce el miedo… Tu verdadero miedo surge del no saber qué hacer para cambiar eso.
En conclusión: Tienes tanto miedo que te das asco y eres tan imbécil que morirás asqueado. Lo mereces.