Sí, pero no…

—¿Sabes lo que hago cuando las viejas no me creen lo que les digo?
—No, ¿qué?
—Me imagino que estoy hablando contigo y entonces salen cosas bien chingonas.
—O sea, ¿cómo?
—Sí, me vuelvo un romántico incurable
—Chale, ¿o sea que a todas les dices lo mismo?
—Sí, pero no…
—… ¿? [Inserte mirada de ‘más vale que te expliques y que te expliques bien’]
—Es fácil, tal vez les digo lo mismo; palabras más, palabras menos. Pero la diferencia es que a ellas les miento y a tí no. ¿Ya?
—O sea que yo. Bueno, que tú… ¿?
—¿Ves? Ni era tan difícil de entender.
—Ja.

Y es así como uno, público conocedor, dice mucho sin decir nada.

P.D.: Próximamente el “manual del buen mentiroso”… Sí los quiero… pero no.