“Un día como hoy”
Hoy amanecí con una erección del tamaño del mundo. Me gustaría llamarte y decirte que fue porque soñé contigo, pero: ni me atrevo, ni me creerías.
La erección pasó sin pena ni gloria: me bañé y bajé a desayunar. Ya en la mesa, mi esposa comenzó con la cantaleta de siempre: vacaciones, niños, “nosotros”… es tan estúpida, nada que ver contigo. Como siempre, terminé discutiendo con ella y me fui a la oficina.
Al llegar me encontré en el elevador con aquella gorda de contabilidad, la que se traga sus garnachas con refresco light, ¿la recuerdas?… Me preguntó qué había sido de tí, le dije que no tenía idea, me creyó y comenzó a tragarse unas galletas a medio terminar que sacó de su bolso… estúpida gorda, jamás bajará de peso con esa actitud. ¿Recuerdas lo mucho que nos divertíamos invitándola a comer cuando estaba a dieta?
Al salir del elevador ya me esperaba mi secretaria para recitarme todos y cada uno de los pendientes que tendría para hoy; todo estaba en orden, sería un día como cualquier otro: lleno de mierda y aburrimiento. Comencé a eliminar mis pendientes uno por uno, eso sí, siempre contigo en mi mente.
Terminó mi patético día en la oficina y no quise regresar a casa, decidí ir a ese bar que tanto te gusta y al que fuimos tantas veces —sí, el ciego saxofonista sigue tocando ahí, aún recuerdo la manera en la que te hipnotizabas al verlo tocar—. Pedí lo de siempre: dos whiskys (sí, también ordené el tuyo), poco a poco se convirtieron en cuatro… seis… ocho (seguía ordenando los tuyos)… y fue entonces cuando me llené de valor…
Un día como hoy, pero de hace un año, me hiciste rejuvenecer; me demostraste que la vida es complicada porque nosotros así lo queremos; me llevaste al cielo y de regreso… Un día como hoy me dijiste que querías que esto durara para siempre. Un día como hoy me pediste que huyéramos juntos y nos olvidáramos de todo, te dije que sí y seguimos disfrutando de nuestra pequeña fuga laboral: éramos cómplices en un mundo de traición —o alguna cursilería similar dijiste—…
Una noche como hoy, pero hace un año, al salir de aquel hotel modesto, ya teníamos el plan para huir juntos: sólo era necesario que yo arreglara un par de cosas y al día siguiente nos iríamos… No pude. Llegué al día siguiente y ví la nota que dejaste pegada en mi monitor:
“Para cuando estés listo, ya estaré harta de tí.
ADIÓS.”
Las palabras de esa nota siguen haciendo eco en mi mente: Desde hace un año no he vuelto a sonreír sinceramente. Desde hace un año no he tenido un momento de alegría como los que me dabas cada cinco minutos. Desde hace un año mi esposa amanece cada día más estúpida, nada que ver contigo. Desde hace un año soy incapaz de ignorar el hedor a mierda que desprendo.
Es por eso que he manejado seis horas para llegar hasta la puerta de tu casa y tratar de hacerte recordar el porqué debemos —y necesitamos— estar juntos…
Sé que estás ahí, pero te has negado a abrir la puerta. Sé que disfrutas saber que sufro, has estado al pendiente de mí todo este año. Sé lo mucho que disfrutabas cuando pateabas un perro mientras caminábamos por la calle; al no abrirme, me has recordado
lo que soy: un perro… TU perro.
Hoy me ha quedado claro que ya no te sirvo, que tal vez nunca te serví… y si no te sirvo a tí, no quiero servirle a nadie.
Un día como hoy morí en tu puerta con ésta carta en mi mano izquierda y con una jeringa en la mano derecha… Sí, usé aquella inyección letal con la que me dijiste que habías matado a tus padres —investigué antes, claro está—: sí, es altamente funcional.
Un día como hoy deberías de ir a nuestro bar, ordenar dos whiskys, pedirle al ciego que toque “Then I’ll Be Tired Of You” y brindar a mi salud…
Adiós, viuda de tres.
NOTA: Pensaba poner todo lo anterior en cursivas o entre comillas; pero, la verdad, me dio mucha güeva y creo que así se lee mejor.
No, no encontré ni video ni fizy de la canción que linkeo, pero sí es ‘harto’ recomendable.
P.D.: Hoy no hay posdata. Los quiero… enviudando.