Envidia disfrazada

Platico con un vagabundo. (Parafraseando). Me cuenta sobre las extrañas maneras que ha tenido de matar gente en su memoria. Jura no saber nada acerca de su pasado y dice no recordar qué fue lo que lo convirtió en un practicante del ovido. Admirable mentiroso. 
Ese asunto de pensar en el pasado como una mejor época siempre me ha
parecido
absurdo, pero igual de inevitable. Incongruencias. 
Pienso en la nostalgia como una manera muy discreta de envidiar la felicidad ajena. Y no lo veo como algo malo sino como algo genial. Sin embargo, me intriga la gente que se estanca ahí. Por eso, supongo, existe la gente grinch y los amargados incapaces de soportar que otros tengan placeres simples y pendejos. Se hunden esperando que alguien los saque a flote, como si algo así fuera a suceder.
Si bien la mayoría del tiempo me quejo del mundo, estoy lejos de emputarme realmente por la manera de ser de alguien más: “let it be, güey” (todo, claro, siempre y cuando no te mayuguen de más el escroto). Ésa es la razón por la cual siempre busco distraerme con pendejadas, tal vez para ignorar lo importante. ¿Contradicción? Quién sabe. La verdad es que critico por hobbie, pero eso es otro pedo. Laifisgud.
Escribo esto porque conozco a la persona más feliz del mundo, y también a la más triste. Ayer las vi juntas: la primera ignora todo y la segunda piensa demasiado en el pasado. Me pregunto si algún día la segunda encontrará la respuesta que tanto busca y si le servirá de algo. 
Al final me limité a mirar con gusto cómo la primera contagiaba a la segunda con un algo de risa. Qué momento.
Pero bueno, quizá no entiendo nada. Felices brindis.