Se hacen trabajos de plomería…

En un camellón que está a la vuelta de mi casa, todos los días se puede ver a un plomero sentado entre su letrero y su bicicleta; esperando que la chamba le llegue. Mario Bros le queda pendejo: tiene unas patillas y un bigote chingonsísimos, además de la mirada reflexiva en todo momento… es un -PLOMERO- en toda la extensión de la palabra.

¿Se imaginan su día? Es como una puta, pero en lugar de dar las nalgas mantiene en buen estado las tuberías por donde éstas sueltan sus desechos.
¿Se cogerá clientas solitarias? Con ese bigote, agüevo que sí.
¿Tendrá pensamientos filosóficos? Con tanto tiempo libre, no lo dudo.
¿Qué hará cuando se aburre? No creo que se aburra, todo el tiempo está reflexivo.

Pero sin duda, de entre lo anterior y muchas cosas más, lo que más me gusta pensar cuando paso por ahí y lo veo es el hecho de que trabaja con la desgracia ajena. O sea, vive rezando porque a alguien se le chingue la cañería: por un baño tapado, por una coladera escupiendo, por una gotera que no deja dormir, por una fuga de agua torrencial, por un ama de casa desesperada… ejhm… etcétera.

Y, público conocedor, cuando me doy cuenta de que alguien puede vivir de la tragedia ajena… mi vida cobra sentido.

¿Estoy mal?