Táctica y estrategia…

Rodolfo creyó que se le pasaría pronto lo que sentía. Ambos se han contado todo, desde relaciones fallidas hasta enamoramientos exitosos. Sin embargo, ha pasado un año de “amigos” y Rodolfo sigue enamorado de Leticia en silencio, tiene miedo, no sabe cómo decírselo.  Ella es perfecta ante sus ojos, nunca nadie lo había puesto tan nervioso. Cada que Leticia se acerca, él siente un cosquilleo en el pene, los pelos del escroto se le erizan y lo único que su cerebro es capaz de procesar es esa sonrisa estúpida, típica de cualquier enamorado; aún no logra explicarse cómo es que ha podido callar tanto. Leticia sabe lo que él siente —lo nota en su mirada—, pero su condición de mujer le da el derecho de hacerse pendeja a pesar de saberlo.

Rodolfo sospecha que Leticia sospecha lo que él siente y que si ella no se ha alejado, es porque tal vez existe una remota posibilidad de que estén “juntos”. Las personas a su alrededor también han notado la atmósfera creada alrededor de ambos…

Del lado Leticia:

—¡Güey! ¿Qué pedo con Rodolfo y tú, eh?… Se ve que está pero si bien clavado contigo, güey— dicen las amigas a Leticia.
—¿Sí? Pues no creo, no me ha dicho nada… Somos amigos.— contesta Leticia con tono soberbio.
—¡Güey, no mames… es obvio que lo pones nervioso!
—Jijijijiji…

Y del otro lado:

—¿Y qué pedo con Leticia, cabrón, te la quieres coger vea’?— pregunta el amigo borracho.
—¡Noooo gggüé! O bueno, sí… Pero es que éste pedo va más allá de eso— contesta Rodolfo.
—¡Ay sí, pinche mamón! Me vas a decir que no va a ser coger sino “hacer el amor”, ‘tas pendejo güey!
—Neta que esta vieja sí me gusta “bien”, güey. El pedo es que no sé cómo decirle.
—Pos así nomás, suaveciiiito déjasela ir.
—Fuera tan fácil, pendejo… 

Al día siguiente en la escuela pasa lo mismo: Leticia se acerca alegremente hacia él y Rodolfo la espera con su sonrisa idiota. Platican como siempre; juegan, bromean y se abrazan como nunca… hay tensión sexual. Todo indica que el gusto es mutuo. Ha llegado el momento de despedirse y él por fin se atreve:

—Como siempre, me la paso a toda madre contigo…— dijo Rodolfo.
—¡Ay ya sé! Yo también me divierto mucho contigo, tonto— contestó Leticia.
— ¿Te late si salimos mañana?
—¡Va! Traigo ganas de ir al boliche, la última vez estuvo padrísimo. ¿Vamos?
—Sí, me parece bien, paso por ti mañana por ahí del mediodía.
—¡Genial! ¡Ahí te espero,  le avisaré a mis amigas!
—¿Qué? No no no no! nomás tú y yo.
—Pero si vamos más, como la última vez, está más padre.
—Sí pero esta vez quiero salir nomás contigo… solos… Que sea la primera vez de muchas, ¿no?.
—(Sonríe) Ok… está bien, mañana nos vemos.

Leticia realiza el combo apendejador: sonrisa, abracito, besito de despedida y media vuelta… —¡Pinche Leticia, hasta la espalda la tiene bonita!— pensó Rodolfo (aunque realmente le estaba viendo las nalgas), para después darse cuenta de que nuevamente traía puesta la cara de idiota que tanto odiaba usar —¡Chingaaaadamaaaadre!— decía cada que se descubría con esa cara.

Y ahí estaba Rodolfo, sobrio en viernes, considerando todos los escenarios posibles y preparando su speech para por fin declararle su amor a Leticia. Nada se le ocurría y no quería usar el típico “Me gustas… ¿cogemos?”, por lo que pensó en decirle algo así como:

“La verdad me gustas, me gustas mucho. Nunca creí atreverme a decírtelo, pero tengo motivos suficientes para estar enamorado de tí… Me gusta sentir tu presencia, saberte a mi lado y que cuentes conmigo. Adoro el brillo en tu mirada, no hay nada que disfrute más que el hipnotizarme y perderme en tus ojos. Sé que muchas veces me he burlado de tu risa escandalosa, comparándola con la del pájaro loco, pero la verdad es que me encanta. Tal vez no parece, pero me pones muy nervioso… me haces ser más pendejo de lo que ya soy. En pocas palabras: eres una bonita razón para creer en la existencia de Dios.”

Pero no, no quiso parecer cursi —y mucho menos un poeta barato—; de hecho, hasta vergüenza de sí mismo sintió. Así que siguió pensando…. pensando… pensando y pensando… nada….

Se le ocurrió pensar en lo que a ella le gustaba y por fin recordó la pasión que sentía Leticia por Benedetti. —¡A güevo! ¡Táctica y estrategia!— se dijo emocionado y empezó a memorizar…

*Reproductor de audio, por si estás leyendo desde el feed.*

Táctica y estrategia

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos.

Mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible.

Mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos.

Mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos.

Mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple.

Mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

Se aprendió el poema y estaba dispuesto a decírselo sin titubear para rematarlo con un “Te quiero para mí… ¿Tú me quieres para tí?”, apenas se terminaran de saludar y antes de ir a ningún lado. Repitió el poema y la frase una y otra vez frente al espejo, y también ya una vez acostado en su cama hasta quedarse dormido…

Llegó el día siguiente. Rodolfo estaba más nervioso que nunca. Pensó en inventar algún pretexto para cancelar pero escuchó internamente un “Puto si no”, por lo que se alistó y se puso el suéter que tantas veces le había chuleado Leticia. Ensayó por enésima vez frente al espejo y recordaba la tarde del día anterior en que habían estado juntos como nunca… Estaba listo, nada podía salir mal…

Y ahí estaba, en la entrada a la casa de Leticia, ya no había marcha atrás… —No sé cómo ni sé con qué pretexto… ¡a güevo!— dijo, suspiró y tocó el timbre con las piernas temblándole…

Leticia abrió la puerta de la casa y Rodolfo notó que se veía más hermosa que nunca, recorrió el jardín hasta llegar a la entrada donde estaba el señor táctico y estratégico….

—¡¡¡AMIIIIIGOOOOOOO!!!— exclamó Leticia y abrazó fuertemente a Rodolfo, pero en un abrazo claramente de vieja a amigo.

Rodolfo se quedó perplejo…
—¡¡¡PPPPUUUUUTTTAAAMAAAADDDRRREEEEE!!!— pensó. Leticia nunca había hecho eso. NUNCA le había dicho “amigooo”. —¿Por qué hoy? ¡¿Porquéporquéporquéeeee?!— se torturaba.

Y fue así como Leticia, sin decir gran cosa… le había cagado el plan y las ilusiones…

Jugaron boliche, Rodolfo ganó por diferencia aplastante —siempre se dejaba ganar y Leticia lo sabía— y se prometió nunca volver a imaginarse siquiera en decirle o insinuarle NADA a Leticia… puto.

P.D.: Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia. Este post NO fue terapéutico. Repito, NO fue terapéutico. Los quiero… bien lejos.