Falta de confianza

Últimamente he estado involucrado en varios casos donde la gente requiere saber más de lo que quiero contar. En todos los casos, mi alarma suena y me aviento por la borda…

No entiendo por qué la gente se ofende cuando uno se niega a hablar de ciertos temas y se defienden alegando que no les tienes confianza. Ese falso protocolo de hablar y ser escuchado, para que la otra persona piense que confías en ella y que tiene derecho a opinar sobre tu vida, me parece realmente absurdo. 

¿Por qué les gusta pensar que es tan necesario ‘desahogarse’ todo el tiempo? ¿Por qué pensar que entre amigos no hay secretos? ¿Por qué ofenderse cuando otra persona sabe lo que tú no? ¿Por qué jugar a escuchar, cuando lo único que quieres es el saber qué pasó? Pienso que es por morbo, no por confianza.

Es por eso que me acuso de ser morboso, metiche y preguntón. Pero no lo hago por tratar de sentirme parte de algo, sino porque me gusta aprender indirectamente de las cagadas experiencias ajenas; eso sí, no me ofendo si alguien me manda a la chingada y prefiere cambiar el tema: es lógico. Aún así, cuando alguien quiere ‘desahogarse’ conmigo, escucho con gusto… Aunque prefiero que la gente no me cuente sus problemas graves y que se guarde sus secretos: nunca sé qué decir.

Pienso que la confianza va más allá del saber todo acerca de la vida de otra persona… Tan más allá, que no sé ni cómo explicar mi concepto. Es por eso que hoy, en mi papel de ser-a-toda-madre, le traigo a usted, querido lector, la solución a su necesidad de no contar las cosas (y cuando el “no quiero hablar de eso” no es suficiente):

Mienta y conteste pendejadas.

Las respuestas absurdas y las mentiras terminarán hartando a la persona interesada en conocerle, y por fin terminará usted mandado a la chingada: así podrá usted continuar con su miserable existencia.

P.D.: Ya me cumplieron con el premio: CLICK. Los quiero… desconfiando.