Ya no importa…
Lamento haber llegado tarde, no me atrevía a venir, no sabía si era correcto —definitivamente no era lo mejor—. No sé si te da gusto el tenerme nuevamente cerca de tí —de hecho, ya no importa—. Te estarás preguntando a qué vine… o tal vez no. Sea como sea, me da gusto que me permitas estar aquí:
Agradeciéndote de nuevo lo que hiciste por mí hace tiempo. Pensando una y otra vez en lo que pudo ser. Considerando tu mirada y tu olor como la imagen perfecta para un Abraxas. Maldiciendo las veces que usaste mi orgullo como alfombra roja. Recorriendo tu cuerpo con mi mente una y otra vez, eso sí, por última vez. Saboreando tus besos. Arrepintiéndome por no haber llegado antes. Tratando de convencerme de que separarnos fue lo mejor. Recordando los momentos en los que te llegaste a deshielar un poco y derramaste unas cuantas lágrimas sobre mi hombro. Ignorando tus recuerdos. Psicoanalizándote por enésima vez. Soñando con compartir lo que juramos compartir. Suspirando sin motivo aparente. Sintiéndome el microbio más feliz del universo. Riéndome contigo. Disfrutando de tí —no entiendo cómo—…
Pero todo esto ya no importa. De verdad, lamento mucho haber llegado tarde… ni modo… tal vez así tenía que ser.
En fin, muchas gracias por no haberme interrumpido y por permitirme expresar lo que siento. ¿Notas mi sonrisa? Es porque te he perdonado, ya no te odio… ¿Por qué? Porque al fin se cerró el ciclo y hoy —sin ningún tipo de remordimiento— me atrevo a danzar alrededor de tu tumba, burlarme de tu epitafio y escupir sobre tu lápida… Adiós.
P.D.: Todavía los quiero… lejos.