El gran problema del amor

Un gran problema del amor es que siempre te hace sentir insignificante.

Desde un principio parece tan grande que cuando te acepta a su lado sientes la necesidad de dar todo lo mejor que hay en ti para estar un poco más a su altura. Eres diminuto, pero confías en que puedes crecer.

El peligro está en que esta bestia de buen corazón se alimenta de tus esfuerzos y va creciendo cada vez más. Mientras que tú, a pesar de que creces, no lo haces a la misma velocidad y, por consecuencia, te sientes cada vez más diminuto.

Y el amor dice que está bien, que no importa que él sea grande y tú diminuto, que lo que importa es estar juntos.

Pero miente. No lo sabe, pero miente.
Como toda bestia, necesita alimento. Y aunque tú le sigues dando todo, tu todo para él ya no es suficiente. Lo deja hambriento.

Eso es lo triste del amor:
Siempre supiste que tu todo era poco, pero ahora tu todo es todavía menos. No porque se haya acabado, sino porque el corazón no está hecho para latir siempre a la misma velocidad. Tiene que descansar.

Y el amor te sigue diciendo no hay problema, que él entiende, que sabe que estás dando lo mejor de ti y que pronto todo estará bien.

Pero miente. Sigue sin saberlo, pero miente.
Es una bestia gigante y está hambrienta. Y si algo nos ha enseñado la naturaleza es que las bestias hambrientas rara vez se mueren de hambre.

¿Entonces qué hace? Comienza a buscar una nueva fuente de alimento. Algo que le quite el hambre.

Y lo encuentra.

El gran problema de esto es que ahora es mucho más grande que cuando tú lo encontraste y la persona que recién lo encontró, a pesar de ser más pequeña que tú, tiene un corazón que late a una velocidad adecuada que le permite dar más que tu todo.

Con su nueva fuente de alimento, el amor se torna gigantesco. Tan lleno y satisfecho que llegará un punto en que ya no te necesite.

Y así llegará tu desgracia: morirás aplastado por la misma bestia que tú alimentaste.

Es el gran problema del amor.