Tú vs. La Gente

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dibujo de Liana Finck

Cuando uno entra a twitter (o a la mayoría de rincones de interned), tiende a sentirse superior. A creer que forma parte de la masa crítica y pensante del país. A decir “la gente está toda tonta”, con especial énfasis en la gente. Como aquellos que no son tú porque tú eres mucho mejor.

La gente es ignorante.
La gente no entiende.
La gente no sabe lo que quiere.
La gente merece lo que le pasa.
¿Qué tal la gente que esto o aquello?
Pinche gente. Y etcétera.

Para cada tema seguro hay un ejemplo donde te has lamentado/quejado/burlado de “la gente”.

Entonces sigues vociferando tus pensamientos y tu superioridad en cada tuit (o en cada medium). Hasta que un día te cae la pandemia, te agregan al grupo familiar y descubres que La Gente está más cerca de ti de lo que pensabas.

Peor aún: no solo está cerca; es gente que quieres y respetas. Tu hermano, tu madre, tu padre, tus tíos y demás familia. Puede que incluso tu pareja o algún buen amigo.

Gente que está compartiendo cadenas de información falsa.

¿Y qué haces? Al principio es probable que te enojes, pero después quizá te arrepientas un poco de haber estado tanto tiempo en tu burbuja digital (a menos que seas un necio que siempre quiere tener la razón) y te dispones a explicarles por qué lo que están diciendo es una pendejada (con menos bravuconería que en twitter, claro está).

Lo intentas una y otra vez, pero tus palabras y argumentos perfectamente justificados (según tú) no surten efecto. Ante tu explicación de por qué esto es cosa seria, tu tía argumenta que eso no es lo que leyó en el grupo con sus amigas y pega el mensaje que le llegó, a lo que tu hermano confirma que es verdad, que él también lo leyó de un amigo economista y que “todo esto es un invento de la guerra de Estados Unidos con China para instaurar un nuevo orden mundial, ¿no?”. No importa, con paciencia les explicas por qué lo que dicen no es posible. Recibes un “👍👍👍👍”. Crees que los convenciste, pero solo te están mandando al carajo amablemente.

Minutos después, tu hermana, la que sigue saliendo, reabre el debate con un “Mejor hay que encomendarnos a Dios y verán que no nos va a pasar nada”. Le explicas que incluso las iglesias están en cuarentena sin dar misa, pero a ella no le importa porque el cura de su iglesia no solo dio misa, sino que hasta los invitó a abrazarse mientras se daban La Paz. Aguantas y ahora le mencionas que hasta El Papa está encerrado. Te contesta con “🙏🙏🙏💖”. Crees que la convenciste, pero solo te está mandando al carajo amablemente. Pudo ser peor.

El grupo se queda en silencio. Por hoy.

Al día siguiente aparece un mensaje de tu papá. Es el audio de un médico naturista, donde ese charlatán explica remedios caseros y recomendaciones como que hagas gárgaras de bicarbonato, comas ajo con limón y tomes té de manzanilla tres veces al día para matar al virus. Todo el grupo agradece el mensaje. Alguien incluso comenta “y si no m gusta el ajo 😖?”. Te encabrona lo que acabas de escuchar, pero no puedes hacer mucho, así que vuelves a explicarles por qué todo eso no son más que mitos, cómo funciona el virus y por qué lo mejor es seguir las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Incrédulos, te hacen preguntas que más o menos logras contestar y parece que los estás convenciendo. Hasta que tu tío el que sigue organizando reuniones en su casa comenta que “de algo nos vamos a morir, ¿no?😎 y todos vuelven a subir la guardia.

La razón no está funcionando, así que intentas con el miedo. Les muestras ese reportaje donde explican que morir de esto sería morir solo y sin poderte despedir de nadie. Recibes algunas respuestas favorecedoras para el entorno en el que estás: 😱,😰,😢,😞,😭. Lo lograste, parece que por fin están entendiendo la gravedad de la situación. O eso creías hasta que a tu primo se le ocurre decir que “eso es en Estados Unidos porque los gringos ni seguro social tienen. Aquí sería diferente”. Entonces se reactiva el debate. Resurgen las consignas a Dios, las teorías conspirativas, los remedios caseros y todo tipo de supersticiones.

Tratas de ser paciente una vez más para ver si logras llevarlos de nuevo hacia el rumbo de la razón, pero lo cierto es que esta batalla la perdiste desde antes de mandar tu primer mensaje.

Te desesperas y te enojas, pero ya no puedes hacer nada. Solo te queda confiar un poco en la suerte de que no les pase nada grave.

Se acabó y no puedes creerlo: estás entre La Gente de la que tanto te burlaste y te costó mucho tiempo darte cuenta de qué tan cerca estabas.

Y lo peor: perdiste contra ella. Contra sus creencias pendejas, sus supersticiones y su poco sentido común. Sin más intención de discutir, aceptas tu derrota y silencias el grupo resignado. Nadie ahí parece haber entendido nada.

Excepto tú.

Tú sí entendiste, pero no te das cuenta hasta que estás por publicar un nuevo rant en interned: esta vez, cuando estás por hablar de La Gente, te la piensas dos veces.

Recuerdas a tu familia, que te hizo enojar, pero a la que no puedes dejar de querer. Y ahora tu rant tiene una nueva perspectiva. Una menos agresiva y puede que un tanto más comprensiva.

Cambiaste de opinión: La Gente no es desconocida.
La Gente te hizo gran parte de lo que eres ahora. Y hay que agradecerle por ello (para bien y para mal).

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* Cualquier parecido de los mensajes citados con la realidad es mera coincidencia.